miércoles, 14 de abril de 2010

Bicentenario: memoria, presente y sueños.

En 2010, se cumplen 200 años del Primer Gobierno Patrio, de la primera Junta consagrada por los revolucionarios de Mayo de 1810. Como suele suceder en la vida personal, los “grandes aniversarios” que nos dan los números redondos, refuerzan la percepción del paso del tiempo, más allá del simple hecho físico de registrar y medir el transcurrir “cronológico”. Con la propia percepción reforzada, se abre entonces una nueva dimensión del tiempo, la “oportunidad”, el “momento propicio” que origina posibilidades.

El Bicentenario nos pone en perspectiva de nuestra historia colectiva, con sus continuidades y discontinuidades, y nos permite hacer una re-lectura propia, una interpretación propia de los hechos de nuestro pasado. Esto no se limita a ser un gran repaso de la historia escolarmente transmitida, sino que implica comprenderla, tomar “conciencia histórica” de los hechos que condicionaron nuestro presente (influyendo en nuestras posibilidades actuales), de nuestro papel actual, de los horizontes que se abren ante nosotros , de los valores que pondremos en juego también “históricamente” en las decisiones que tomemos como sociedad, etc. Si la Historia es “maestra de vida”, pues debe serlo de “vida viva”, y no sólo de “vida fallecida”... En este sentido, conmemorar los acontecimientos que desembocaron en la declaración formal de “Independencia” en Tucumán en julio de 1816 debe llevarnos a identificar y profundizar los valores por los que se optó en aquellas circunstancias puntuales (incluyendo casos de ejemplaridad y heroísmo). Y esto servirá para ir construyendo en un mundo globalizado e “interdependiente” la “Independencia” del siglo XXI, para nuestro país y nuestra “Patria Grande”, la que formamos con nuestros pueblos hermanos[1] y que también ingresa en su Bicentenario...

No puede evitarse una comparación con nuestro primer centenario patrio: en 1910, era imperioso dotar de contenido más democrático a la república; en 2010, parece deseable recuperar en nuestra democracia el carácter republicano, en el sentido genuino del término, el de interés colectivo por la “cosa pública”, el de periodicidad y rotación en los mandatos, el de acceso fácil a información transparente sobre los actos de gobierno, el de igualdad jurídica, social, económica, política, con roles distribuidos, control ciudadano, etc.[2]

Puede apreciarse cómo 2008 fue el año donde la ciudadanía volvió a apreciar la importancia de las decisiones parlamentarias (con la crucial definición “no positiva” en torno a las discutidas retenciones “móviles” a las exportaciones agropecuarias), y celebró los primeros 25 años del actual período constitucional. 2009 fue el año en el que se despidió a un ex-presidente fuertemente asociado al retorno de la democracia y se realizaron elecciones legislativas de “medio término” en las que quedó más en claro la relevancia de las mismas.

2010 se nos presenta como un año para crecer en conciencia histórica y sentido de pertenencia a una sociedad, con todas las implicancias que esto puede tener... Para crecer en una mayor conciencia ciudadana y desembocar en una mayor “conciencia política” (considerada en el sentido amplio, el del compromiso con el Bien Común).

La política, como campo de acción de todos los ciudadanos, presenta varias facetas. Una tradicional distinción suele diferenciar la política “agonal” (rostro de “lucha” de la política) de la política “arquitectónica” (rostro de “integración” de la política). Siendo realistas, es claro que hay momentos políticos en los que se juega la acumulación de poder (la misma se vuelve legítima y encuentra justificación en vistas a un ejercicio del poder al servicio de la sociedad, especialmente de los más desfavorecidos). Previsiblemente, 2011 será un año de confrontación de ideas y proyectos. La política tiene aspectos de conflicto de intereses, y su explicitación, el procesamiento de los mismos mediante campañas, propaganda, debates, elecciones, etc. son necesarios.

Sin embargo, es deseable que, previamente a una sana y respetuosa contienda electoral, 2010 sea un año de diálogo en busca de consensos, un año de sentar bases para un proyecto de más largo plazo, soñando horizontes del 2020, 2030... Todavía más, el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas (que se realizará el 27 de octubre de este año) nos permitirá “fotografiar” mejor nuestro presente y “re-conocernos” como país mejor aún... Se nos ofrece la oportunidad no sólo coyuntural (por no ser un año “electoral”), sino histórica (por el Bicentenario), para poder establecer algunos consensos políticos básicos[3], metas compartidas como sociedad: disminuir las tasas de mortalidad infantil, terminar con el hambre (criminal) que sufren muchos niños en un país como el nuestro[4], erradicar enfermedades típicas “de la pobreza” como el mal de Chagas[5], elevar la calidad educativa que reciben nuestros jóvenes, asegurar la centralidad del trabajo decente, mejorar las redes de transporte e infraestructura territorial, facilitar los mecanismos de participación ciudadana, etc., etc.

Es claro que, en este sentido, las responsabilidades son diferenciadas. En primer lugar, los ciudadanos todos tenemos que volver a “querer saber”... Interesarnos, averiguar, es una primera condición necesaria para poder participar constructivamente[6]. Otro aporte importante es el intercambio de ideas y puntos de vista con los vecinos, familiares, amigos: hacer que la política no sea sólo una cuestión electoral, sino una variable importante, presente entre otras cuestiones que hacen a nuestra vida habitual. El sufragio es un momento “visible” del contenido popular de la democracia, pero debe estar precedido por varios momentos “invisibles” de comunicación, de debate, de participación y compromiso cotidianos para encauzar pacífica y racionalmente los justos reclamos.

Los líderes y dirigentes, por otro lado, tienen también una responsabilidad concreta, más expuesta, frente a sus conciudadanos. Desde los dirigentes locales, hasta los autoridades nacionales, desde los referentes sindicales hasta las cámaras de empresarios, consejos profesionales, los referentes intelectuales y religiosos, los comunicadores sociales, las agrupaciones sociales y barriales, todos ellos están en una posición que los pone al servicio del resto. La calidad de sus liderazgos se reflejará en la medida que sepan posponer intereses particulares, en búsqueda de acuerdos que permitan una mayor previsibilidad, en la medida que podamos tomar medidas y movilizar recursos para asegurar la cohesión y la movilidad sociales, en la medida que la paz se base en la justicia, en la medida que los derechos de las personas sean cada vez más consolidados.

Como conclusión, recordar y festejar el Bicentenario de nuestra Independencia nos vuelve a comprometer en nuestra soberanía y en nuestro deseo de no ser “súbditos” de nadie. Y nos recuerda que nuestro ser “honestos ciudadanos” no se limita hoy en día a “no violar la ley”, a mantener una “buena conducta” en términos individuales, sino que también implica hacerse cargo de la sociedad de la cual formamos parte y somos responsables y contribuir activamente a mejorar la calidad de vida de nuestros semejantes.

Rafael Tesororafaeltesoro2@yahoo.com.ar
[1] Cf. la opinión del ex-presidente chileno Ricardo Lagos, en Clarín (6-9-09), “Respuestas para este siglo, no para el anterior”, http://www.clarin.com/diario/2009/09/06/opinion/o-01993011.htm
[2] Cf. la columna del historiador y politólogo Natalio Botana, en Clarín (3-1-10), “La mejor batalla que debe librar este Bicentenario”, http://www.clarin.com/diario/2010/01/03/opinion/o-02112245.htm
[3] De hecho, socialmente ya hay consensos básicos en los planos jurídico y civil, tal como se expresa en la Constitución Nacional.
[4] Según la Red Solidaria, en un cálculo “conservador”, 8 menores de 5 años mueren de hambre por día en la Argentina, país que puede producir alimentos para casi 400 millones de personas.
[5] Aún actualmente, se estima que en la Argentina 2 personas mueren por el mal de Chagas por día.
[6] Las modernas Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) están abriendo posibilidades y nuevas formas de civismo, tales como el “civismo digital”, vinculado con la informatización de la gestión pública y la participación ciudadana.

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