domingo, 8 de agosto de 2010

La Familia

La Familia

Dice Juan Pablo II: “ Muchos se preguntan: ¿por qué la familia es tan importante? ¿Por qué la iglesia insiste tanto en el tema del matrimonio y la familia? El motivo es simple, aunque no todos logran comprenderlo: de la familia depende el destino del hombre, su felicidad y su capacidad de dar sentido a su existencia. El destino del hombre depende del de la familia y, por eso, no me canso de afirmar que el futuro de la humanidad está íntimamente vinculado al de la familia (cf. FC 86). Esta verdad es tan evidente que parece paradójica la actitud, por desgracia muy difundida, de quien descuida, ofende y relativiza el valor del matrimonio y la familia (…) el bien de la familia es un bien integral, y las diversas dimensiones de su existencia no se pueden separar. Su vida, en cuanto célula fundamental de la iglesia y de la sociedad, tiene siempre un valor social y público, que debe ser reconocido, tutelado y promovido” (Juan Pablo II mensaje 15-10-01)

1- Panorama Actual

La familia es una de las instituciones que más ha experimentado el impacto de los cambios sociales. Basta pensar en nuestros padres o en nuestros abuelos para comprobar cuánto ha cambiado la familia. Y si bien no es igual la situación los diferente países, o en distintas zonas de un mismo país, podemos señalar algunos fenómenos que ha influido sobre ella:

• La creciente urbanización, que lleva de una sociedad rural a una sociedad urbana, y de una familia patriarcal (organizada alrededor del padre, con varias generaciones bajo el mismo techo), a un nuevo tipo de familia, mas reducida, con responsabilidades más compartidas entre el hombre y la mujer, y más dependiente de otros grupos sociales (escuela, empresa, municipio, etc).
• La situación económica, que produce riqueza para algunas familias, inseguridad para otras y marginalidad social para las restantes, al generar desempleo, migraciones del campo a la ciudad, etc.
• El proceso de socialización, que multiplica los grupos e instituciones, muchos de los cuales absorben funciones que antes cumplían las familias. Por ejemplo, las escuelas de jornada completa, las guarderías, los jardines de infantes, los clubes, los centros para la tercera edad, etc.
¿Cómo han influido estos fenómenos sobre la familia? Las consecuencias son positivas en algunos casos, y plantean problemas en otros.

Aspectos positivos son una conciencia más vivas de la libertad de personal y una mayor atención a:
 Las relaciones entre los esposos
 La dignidad de la mujer
 La paternidad responsable
 La educación de los hijos
 Las relaciones entre las familias
 La responsabilidad de la familia en la construcción de una sociedad más justa.
 La misión de la familia en la Iglesia

Por el contrario, los problemas que plantea el cambio social son, por ejemplo:
 La disminución de los matrimonios, la aceptación de las relaciones prematrimoniales y la multiplicación de uniones ocasionales, con la secuela de madres solteras y niños abandonados, las uniones homosexuales,
 La disgregación familiar, sea por el divorcio (cada vez más aceptado, y legalizado en casi todos los países), sea por el abandono del hogar, generalmente por parte del padre,
 La acentuación de la búsqueda egoísta del placer, el confort y el sexo como fines en sí mismos, favorecida por la publicidad propia de la sociedad de consumo,
 Los problemas económicos: desempleo, salarios insuficientes, falta de viviendas adecuadas, carencias alimentarias y de vestido,
 Las dificultades para educar a los hijos y transmitirles los valores morales, por el deterioro de la vida familiar y por la presión de los ambientes y de los medios de comunicación,
 El aborto, cada vez más utilizado, y en muchos países legalizado,
 Las políticas de limitación de la natalidad, impuestas sin tener en cuenta la dignidad de la persona ni el auténtico desarrollo de los pueblos; por ejemplo, las campañas que promueven la esterilización;
 La dificultad para atender a los ancianos, que parecen no tener lugar en la familia ni en la sociedad;
 La dificultad material y moral, para muchos jóvenes, de constituir dignamente una familia.

Este panorama, con sus luces y sombras, exige un esfuerzo de todos –gobernantes, educadores, familias, Iglesia- para defender y promover a la familia.

2- Origen e importancia de la familia

En una ocasión un grupo de judíos interrogó a Jesús sobre la licitud del divorcio.
El Señor respondió manifestando el carácter sagrado del matrimonio, y para ello repitió una frase del Génesis: “¿No han leído ustedes que el Creador , desde el principio, los hizo varón y mujer; y que dijo: Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne?” y luego, refiriéndose en concreto a la pregunta, dijo: “ Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”. Esta respuesta refleja la enorme dignidad que la familia y el matrimonio tienen en el plan de Dios. No es casual que en el primer libro de la Biblia, cuando sólo se ha descrito la creación de un modo muy general, se dé una definición del matrimonio tan hermosa como terminante: “y los dos llegan a ser una sola carne”, ni es casual que Jesús aproveche una pregunta sobre un aspecto del tema para remarcar con tanta firmeza que es Dios mismo el que une a los cónyuges: “lo que Dios ha unido”.
Sobre estas bases la Iglesia nos dice: “Así, del acto humano por el cual los esposos se dan y se reciben mutuamente, nace, aún ante la sociedad, una institución confirmada por la ley divina”, que además de contribuir a la continuidad del género humano, es camino de crecimiento y satisfacción de sus miembros. “Así, pues, el marido y la mujer… se ayudan y se sostienen mutuamente, adquieren conciencia de su unidad y la logran cada vez más plenamente por la íntima unión de sus personas y actividades” (GS 48).
“Convivir en el amor no es fácil. Exige vencer el cansancio, la agitación y la rutina. Cuesta darse el tiempo para la comunicación y el diálogo reposado, pero es posible. Nuestra sociedad y la Iglesia necesitan de familias que, a pesar de las dificultades, luchen por un amor de toda prueba, delicado, generoso, fuerte y definitivo” (Conf. Episcopal de Chile)

Imagen de Dios

El modelo ideal del amor conyugal es el amor de Cristo por su Iglesia. Y es que “la ley del amor conyugal es comunicación y participación, no dominación. Es exclusiva, irrevocable y fecunda entrega a la persona amada sin perder la propia identidad. Un amor así entendido, en su rica realidad sacramental es más que un contrato, tiene las características de una Alianza” (Puebla 582).
La familia-imagen de Dios- es el ambiente donde los hombres cultivan el espíritu de amor y de servicio que hará sencilla la práctica del perdón, la tolerancia y la reconciliación.
“Debemos partir de una verdad originaria y fundamental: Dios cree firmemente en la familia. Desde el inicio, desde el ‘principio’, al crear al ser humano a su imagen y semejanza, varón y mujer, quiso poner en el centro de su proyecto la realidad del amor entre el hombre y la mujer (cf. Gn1,27). Toda la historia de la salvación es un diálogo apasionado entre el Dios fiel, a quien los profetas describen a menudo como el novio y el esposo, y la comunidad elegida, la esposa, tentada con frecuencia por la infidelidad, pero siempre esperada, buscada y amada por su Señor (cf. Is 62,4-5; Os 1-3). Tan grande y fuerte es la confianza que el Padre tiene en la familia que, también pensando en ella envió a su Hijo, el Esposo, el cual vino a redimir a su esposa, la Iglesia, y en ella a todo hombre y a toda familia (Juan Pablo II 20-10-01)

Célula Básica de la sociedad

Ese espíritu fraterno, tolerante y positivo no queda limitado a los miembros de la familia; por su propia dinámica desborda sus límites y se extiende a la sociedad en que está inserta.
La familia posee vínculos vitales con la sociedad: en ella nacen los ciudadanos y en ella encuentran la primera y más importante escuela, en la que aprenden el respeto, la justicia, el diálogo y la práctica de las relaciones interpersonales, es decir las normas básicas de la convivencia social.
Por eso la Iglesia se refiere con frecuencia a la familia como “célula básica y vital de la sociedad”
Así Juan Pablo II dice: “la familia constituye el lugar natural y el instrumento más eficaz de humanización y de personalización de la sociedad: colabora de manera original y profunda en la construcción del mundo, haciendo posible una vida propiamente humana, en particular custodiando y transmitiendo las virtudes y los "valores".. para agregar luego: de cara a una sociedad que corre el peligro de ser cada vez más despersonalizada y masificada, y por tanto inhumana y deshumanizadora, con los resultados negativos de tantas formas de "evasión" -como son, por ejemplo, el alcoholismo, la droga y el mismo terrorismo-, la familia posee y comunica todavía hoy energías formidables capaces de sacar al hombre del anonimato, de mantenerlo consciente de su dignidad personal…” (FC 43)
De aquí la importancia fundamental que para la felicidad de los pueblos tiene una política que trate de crear las condiciones para el desarrollo y la consolidación de las familias. La paz en los hogares, que promueve la salud y el equilibrio de sus miembros, se reflejará en la armonía de la sociedad.
Por eso “La familia debe ser ayudada y defendida mediante medidas sociales apropiadas. Cuando las familias no son capaces de realizar sus funciones, los otros cuerpos sociales tienen el deber de ayudarlas y de sostener la institución familiar. En conformidad con el principio de subsidiariedad, las comunidades más numerosas deben abstenerse de privar a las familias de sus propios derechos y de inmiscuirse en sus vidas.” (Catic 2209)

3- Misión de la Familia

Juan Pablo II afirma que “la esencia y el cometido de la familia son definidos en última instancia por el amor”, y que por eso “recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo por la Iglesia su esposa” (FC 17)
Las conclusiones de Santo Domingo describen así los cuatro cometidos básicos de la familia:

a) “La misión de la familia es vivir, crecer y perfeccionarse como comunidad de personas que se caracteriza por la unidad y la indisolubilidad. La familia es el lugar privilegiado para la realización personal junto con los seres amados.
b) Ser ‘como el santuario de la vida’, servidora de la vida, ya que el derecho a la vida es la base de todos los derechos humanos. Este servicio no se reduce a la sola procreación, sino que es ayuda eficaz para transmitir y educar en valores auténticamente humanos y cristianos.
c) Ser ‘célula primera y vital de la sociedad’. Por su naturaleza y vocación la familia debe ser promotora del desarrollo, protagonista de una auténtica política familiar.
d) Ser ‘Iglesia Doméstica’ Que acoge, vive, celebra y anuncia la Palabra de Dios, es santuario donde se edifica la santidad y desde donde la Iglesia y el mundo pueden ser santificados” (Santo Domingo 214).

Formación de una comunidad de personas.

Una familia es, ante todo, una comunidad formada por diversas personas: un hombre y una mujer unidos por el matrimonio, los padres y los hijos, otros familiares (abuelos, nietos, tíos, etc). El vínculo que une a todas esas personas, la meta y la fuerza de esa comunidad, es el amor, que hace nacer a la comunidad familiar y lo que le permite vivir, crecer y perfeccionarse.
“La familia fundada en el matrimonio es patrimonio de la humanidad, es un bien grande y sumamente apreciable, necesario para la vida, el desarrollo y el futuro de los pueblos. Según el plan de la creación establecido desde el principio (cf. Mt.19,4.8), es el ámbito en el que la persona humana, hecha a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn1,26), es concebida, nace, crece y se desarrolla. La familia como educadora por excelencia de personas (cf. FC 19-27), es indispensable para una verdadera “ecología humana” (Cent.annus 39).”
“Pero, ¿cómo aprender a amar y a entregarse generosamente? Nada impulsa tanto a amar- decía santo Tomás- como saberse amado. Y es precisamente la familia, comunión de personas donde reina el amor gratuito, desinteresado y generoso, el lugar donde se aprende a amar. El amor mutuo de los esposos se prolonga en el amor a los hijos. En efecto, la familia es, más que cualquier otra realidad humana, el ámbito en el que el hombre es amado por sí mismo y aprende a vivir “el don sincero de sí”. Por tanto, la familia es escuela de amor en la medida en que persevera en su identidad propia: la comunión estable de amor entre un hombre y una mujer, fundada en el matrimonio y abierta a la vida” (Juan Pablo II 16-11-02)

Servicio a la Vida

El matrimonio y el amor de la pareja tienen como fin y coronación la procreación y educación de los hijos. Los esposos, al darse el uno al otro, dan más allá de sí mismos la realidad del hijo, que es reflejo viviente de su amor, síntesis viva e inseparable del padre y de la madre. “Todo niño –imagen de Jesús que nace- debe ser acogido con cariño y bondad. Al transmitir la vida a un hijo, el amor conyugal produce una persona nueva, singular única e irrepetible.” (Puebla 584)
Lo esencial de la doctrina de la Iglesia respecto a la transmisión de la vida es que el amor conyugal debe ser plenamente humano, exclusivo y “abierto a la transmisión de la vida”.
“La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos, brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumplimiento. Por eso la Iglesia, que ‘está a favor de la vida’, enseña que todo ‘acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida’. Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador.” (Catic 2366)

La educación

La Declaración de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas (1959) proclama que “El niño tiene derecho a recibir educación, que será gratuita y obligatoria por lo menos en las etapas elementales. Se le dará una educación que favorezca su cultura general y le permita, en condiciones de igualdad de oportunidades, desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral y social, y llegar a ser un miembro útil de la sociedad.
El interés superior del niño debe ser el principio rector de quienes tienen la responsabilidad de su educación y orientación; dicha responsabilidad incumbe, en primer término, a sus padres.”
Para la Iglesia, la educación de los hijos es un derecho y un deber de los padres.
Derecho, porque la vocación de los padres, que es el llamado a colaborar con Dios en su obra creadora, no se satisface con sólo engendrar un hijo. Se llega a ser plenamente padre cuando mediante un largo proceso de transmisión de experiencia, valores y afectos, se capacita al hijo para una vida humanamente madura.
Deber, porque tal como lo enseña la psicología, la figura de los padres es absolutamente imprescindible para que el niño se desarrolle sana y normalmente, y su falta produce graves consecuencias de difícil solución. Por lo tanto, al engendrar a una persona, hija de Dios, única e irrepetible, los padres adquieren una obligación irrenunciable. Desatender su cuidado y educación es un agravio a la dignidad del hijo, y por lo tanto un agravio al Señor.

Participación en el desarrollo de la sociedad

¿Qué aportan las familias a la sociedad de la que forman parte?
En primer lugar, los hombres y mujeres que la integran.
La primera escuela de las virtudes sociales: solidaridad, respeto, justicia, diálogo, servicio, trabajo, amor. Cuando alguien no aprende esas virtudes en la familia, difícilmente será un ciudadano al servicio de la sociedad; al contrario, de esa carencia suelen nacer la inadaptación, la delincuencia, la violencia.
La transmisión de los contenidos y valores que componen la cultura (lengua, costumbres, historia, tradiciones, etc)
Pero la función social de la familia no puede reducirse a procrear y educar a los hijos.
Dice Juan Pablo II: “Es necesario, pasar de una consideración de la familia como sector a una visión de la familia como criterio de medida de toda la acción política, porque con el bien de la familia están relacionadas todas las dimensiones de la vida humana y social: la tutela de la vida humana; el cuidado de la salud y del ambiente; los planes de desarrollo urbano, que deben ofrecer condiciones de habitabilidad, servicios y espacios verdes a medida de las familias, el sistema escolar, que debe garantizar una pluralidad de intervenciones e iniciativas, tanto estatales como de otros sujetos sociales, partiendo del derecho de elección de los padres; la revisión de los procesos laborales y de los criterios fiscales, que no pueden basarse solo en la consideración de los individuos, descuidando o, peor aún, perjudicando al núcleo familiar” (15-10-01)

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